Terminó la reunión hace ya unos 10 minutos, y sigo ahí en la salita, presente. Ausente también pues mi mente está en el pasado, recordando, reviviendo. Hace diez años, otro era el mundo. OpenAI no había nacido, Siri usaba pañales, y Nakamoto, el creador del Bitcoin, jugaba al Monopoly con dinero digital. Me iba a ir más para atrás en el tiempo cuando el tono de notificación del celular, indicando la llegada de un correo, me trajo de regreso. En la pantalla un titular: «Gobierno prepara proyecto de Ley de Datos para convertir a Colombia en hub de Inteligencia Artificial». Tremendo, pienso. La inteligencia artificial hará que este mundo sea otro, otra vez.
El de comercial entra afanado a la salita. Un cliente necesita implementar inteligencia artificial en su cadena de suministro, pero la falta de claridad en los aspectos técnicos amenaza con frenar el proyecto. Qué hacer, pregunta él. ¡Udemy!, exclamo. Agarro el celular, abro la aplicación nativa, hago una búsqueda utilizando palabras claves, y ¡voila! Hay en línea un MOOC corto, que incluye una introducción al mundo de la inteligencia artificial aplicada a los negocios. Copio la URL y la inserto en la cuenta del WhatsApp empresarial del director de la fábrica de software. Por favor revisa y dile a uno de tus muchachos que tome el curso, le escribo.
La tarde me pilla hojeando un informe legal sobre la regulación del espectro radioeléctrico, un tema tan árido como crucial en la estrategia «Colombia PotencIA Digital». En Jurídica esperan mi análisis. Me resulta imposible seguir el hilo que va de un artículo a otro modificado en otro decreto. ¿Esto sí estará vigente?, me pregunto. Resuelvo la duda en vLex, cargo los decretos en Claude.ai y le pido que amplíe la información. Copio, redacto, envío por correo y programo reunión de seguimiento. Me pregunto, cuántas horas-hombre hace diez años hubiera tomado hacer esto mismo.
Recibo otra notificación en el celular. Es de Google Calendar y leo que en 10 minutos tengo cita con un potencial cliente que está en México. Las distancias ni los sitios existen en la era digital. Al director de proyectos mexicano lo contacté hace un mes en LinkedIn. Le escribí y me respondió. Hace diez años, esta red social me parecía fría y distante. Hoy es un puente invisible que conecta oportunidades. Nos encontramos él y yo en el ciberespacio a la hora acordada. Todo fluye porque tenemos todo: videoconferencia, ayudas audiovisuales, compartición de archivos, chat. La próxima reunión será en 15 días en Ciudad de México. Qué le vamos a hacer. Todavía somos humanos.
En verdad que la educación continua, la colaboración y la adaptación tecnológica han sido mis fieles compañeras en este viaje sin retorno hacia la transformación digital. Coursera, Notion, LinkedIn y las bases de datos jurídicas, herramientas que hace una década ni siquiera existían, hoy son las llaves que abren las puertas del futuro.
Las empresas se reinventan a sí misma a través de la tecnología. Se transforman. Cada día es un desafío y una oportunidad. Y como se transforman las empresas cambian entonces las sociedades. Vivimos en un mundo de contrastes donde lo tradicional y lo innovador se entrelazan en un baile incesante. Un mundo que da un salto cuántico hacia la era de la inteligencia artificial. En este vertiginoso escenario, nosotros, los consultores tecnológicos, somos los exploradores de un territorio desconocido, los cartógrafos de un mapa que se dibuja y redibuja a cada instante.
Terminó la video llamada con el mexicano hace ya unos 10 minutos, y sigo ahí en mi oficina. Presente.